Veinticuatro (ii)

Oí que el poni es vil y el gorrión, un bellaco, que la cobaya colecciona puños americanos, que el koala se pincha y la beluga hace la acera porque se arruinó en las apuestas.
También yo soy hija de Dios.

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Y el señor de la foto es John Holmes

Veinticinco (ii)

Pero con el pijama no se llevó el resto, para consternación de Gulliver, y la cornucopia percutió veloz mis ojos, de un tajo achicharrantemente pormenorizado. “Tranquila” dijo “no me comería nada tan gentil”. (“Ni tan peludo”, pensé yo).

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Moi j'aime l'amour qui fait boum

Eras más divertida cuando no tenías alma 3.

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Veintiséis (ii)

Siempre dejo que la máquina elija. Pero todo lo que ha dicho hasta ahora es baba de starlette.

Este sueño hirsuto evacuará una vigilia lisa como un chorro de leche. Pero las cerdas tienen paciencia.

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Veintisiete (ii)

Y ya en verano, regresa la esfinge colibrí, según su costumbre, a última hora, afónica y toquiteándolo todo. Yo he pasado el día chupando sierras y necesito algo de ayuntamiento menos patán. Pero estoy esperando a ese otro insecto, y entre tanto, ha caído la noche, granulada y cejijunta, que pincha, vaya si pincha, y prospecta hasta el intestino. Lo ves, a veces yo también me río.

They might be giants ¿Y si fueran gigantes? ==================================================================

Veintiocho (ii)

El demonio Porciones rogó ser arrojado en mí, convencido de que semejante trato carnal desollaría mi entendimiento, me empujaría a las estacas. Sin embargo, yo jamás detuve estos pasos herniados, el podrido carrusel. Tus huesos sabrían perforarme el estómago, el espectáculo de tus tics y tu barba de tenedor podría fundir todos los jabalíes, todas las secuoyas, todas las locomotoras del mundo. Pero si buscabas una muerte acrobática, yo no soy ciertamente el lugar.

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Veintinueve (ii)

Hola Come-ponis, las ardillas no se aguantan el pis cuando te ven, los gorilas te arrojan gambas y tripas de jilguero, pero con el hipo de la risa nunca aciertan.

Aquellos cerdos, ¿eran tú, Lame-hamsters? Así que ¡no os ahogasteis! Y ahora estas barracas y estos osos, este ocio mamarracho en el Prospekt os hacen añorar los punzones desinfectantes del océano. “¿Señor, por qué no me maté cuando era feroz?”
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Mi daimon 3.

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Eras más divertida cuando no tenías alma 2.

A esta hora al sol todavía le suena el carcaj, pero se ha cansado de andar por ahí pinchando asnos.

Pero qué vivo retrato ni qué niño muerto.

Eras más divertida cuando no tenías alma.

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Me senté en su cabeza, caminé sobre su nuez.

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El enano ni siquiera te mira.

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Mi daimon 2

Henri.

Cuando yo tenía once años amaba a José Ferrer/Toulouse-Lautrec.
Ahora tengo un vecino que se parece a José Ferrer/Toulouse-Lautrec.
Todas las mañanas lo veo introducir sus piernecitas en su cochecito eléctrico. Todas las tardes lo veo beber con las gafas sucias de salpicaduras y dedazos en el Hogar del jubilado. Cuando entro a comprar cigarrillos, despliego un ruido infernal y actúo con lenta impertinencia, pero él nunca mira.
No sé cómo abordar a mi vecino que se parece a etc. etc.

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Treinta (ii)

Aun remoto y encostrado, no se le escapa una vena, no olvida una sutura el ojo latente que refracta el gas, los huesos, el deleite de la puerca. Anoche empaló el crepúsculo en el bosque. ¡Maldito mono repetidor!

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Mi daimon.

Erno Crisa.

Mijail, el delineante, tenía ese aspecto de quien va a meterle a su perro una bala en la cabeza antes de hacer la maleta.
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Treinta y uno (ii)

El lobo me chupó mientras dormía pero al despertar comprendí que había sido la aurora desdentada hociqueando en mi puré. “Arrójate a la grieta” decía “despedázate en la carga” “¡Matemos algo!”

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Shine On You Crazy Diamond.

Tienes pulmones, pequeña, y útero. Que nadie te convenza de lo contrario. Estás completa.

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Treinta y dos (ii)

Y finalmente no desové. Me fue desenvainado. Un pólipo grotesco. Sin sustancia, sin atributos.
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Marymonky.

Yo retrocedo tímidamente. Ellos avanzan arrogantes y glotones , con los codos despellejados. Despilfarro un gesto defensivo:ni siquiera me han visto. Ellos no saben de relojeros y busconas rancias.
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¡Hay que escuchar Marymonky de Bigott!

Judith.

Y bajo tu rayo bizco ya no distingo dónde acaban las estrellas y dónde empieza el rutilante polvo de huesos de la Panda Despellejada.
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Giuditta che decapita Oloferne de Artemisia Gentileschi